*UNA DÉCADA SIN JULIÁN GARZA.

Por José Antonio Trejo Rodríguez

Arturo Borboa, especialista en música tejana de conjunto y en rock chicano, comentaba vía telefónica sobre una participación que tendría en una mesa de académicos sobre el tema de la música norteña; leía su intervención basada en los títulos de las canciones de Chayito Valdez y de Leonardo “el flaco” Jiménez. Al día siguiente me platicó que en la mesa había estado presente un académico norteamericano llamado Guillermo Hernández, que estaba escribiendo sobre un compositor regiomontano de nombre Julián Garza. Nada más y nada menos que la primera voz del encumbrado dueto norteño Luis y Julián.

Unos meses después, la agrupación fue anunciada en el museo de artes populares, en una exposición sobre el corrido mexicano. Me apersoné en el sitio y pedí hablar con los cantantes, quienes con gentileza me recibieron en las oficinas del museo. Con amabilidad respondieron a las preguntas formuladas y enseguida firmaron los estuches de las cintas que llevaba para tal fin. Me tomé una foto con ellos y me dispuse a ver el recital que habían preparado.

Decenas de personas aguardaban y atestiguaban las maniobras que los responsables del equipo de sonido hacían para tener los micrófonos listos. El baterista de la agrupación los acompañaba y con marcado acento regio platicaba con ellos. Por fin, el maestro de ceremonias anunció el inicio de las actividades, dio la bienvenida al Doctor Guillermo Hernández que presentaría su obra titulada “Diez mil millas de música norteña. Memorias de Julián Garza”, quien ya vestido para actuar saludaba sonriente al auditorio.

El doctor Hernández, profesor de la Universidad de California en Los Ángeles, charló con Julián Garza sobre el origen de su carrera en el lejano año de 1972. Don Julián daba datos de sus orígenes en Nuevo León, su incursión en la música regional al lado de su hermano Luis. Con mucho sentido del humor relataba la forma en que escribía sus corridos, con alguna libertad para hacerlos más interesantes y narró que en alguna ocasión un señor le pidió escribir un corrido para su hermano difunto, Julián le preguntó la forma en que había fallecido el hermano y el señor dijo que lo había mordido una víbora; Julián dijo que se negó a escribirlo por no haber un buen tema, otra cosa sería, completó, si el hermano del señor y la víbora se hubieran agarrado a balazos. La concurrencia estalló a carcajadas.

Los sonidistas seguían instalando el equipo, los músicos y su hermano Luis aguardaban para pasar al escenario. El público, viendo la tardanza del audio, le preguntó a Julián si habría forma de que cantaran sin micrófonos, éste explicó que era complicado, pues siendo cantantes de profesión debían cuidarse la voz, ya que al día siguiente saldrían a una gira por los Estados Unidos. Los técnicos informaron que el equipo de sonido estaba listo, pero el público rogó, incluso imploró, que cantaran un par de melodías sin micro, Luis aceptó a regañadientes cuando Julián le explicó que él se había comprometido y con acompañamiento del acordeón y del bajo sexto interpretaron a ras de suelo, pegados a la primera fila de sillas: “Perro de cadena” y “Era cabrón el viejo”, para enseguida subir al escenario.

Entre canción y canción, Julián siguió platicando sus vivencias, recurría a dichos como “Ay que bonito es lo bonito, pero que feo es lo feo” despertando las carcajadas del público, ya para esos momentos entregado a solicitar títulos de sus canciones que, al tratarse de cientos explicó Julián, no llevaban todas preparadas, solo cierto repertorio y comentaba que así les ocurría en todos los bailes en los que tocaban. Después de cada corrido el grupo tocaba un huapango norteño para que las parejas bailaran; entretanto Luis llamaba por teléfono y Julián explicaba que su hermano era muy hogareño y estaba hablando a su casa en Monterrey, para donde saldrían al concluir el evento.

Al final del recital todos pudieron retratarse con el grupo e intercambiar datos con el autor del libro que, por cierto, no es el único que existe sobre la obra de Julián garza, también hay otro titulado “El viejo Paulino. Poética popular de Julián Garza” compilado por Guillermo Berrones, en el que se listan cientos de las letras de sus canciones. El título del libro “El viejo Paulino” hace referencia al sobrenombre popular que recibió Julián en virtud de uno de sus personajes, el del corrido “Era cabrón el viejo”. Ambos, Luis y Julián, también fueron conocidos como “Los pencos viejos”.

Luis Garza Arredondo falleció en abril del 2010 y su hermano Julián el 16 de julio de 2013, hace una década. Su herencia musical y aporte cultural es invaluable, para muestra están los videoclips que pueden encontrarse de ellos en YouTube, así como los cientos de canciones por ellos interpretadas y muchas que otras agrupaciones han grabado, como “Vacas de a kilo” con Los Tigres del Norte. Recomiendo que busquen el titulado “Misa de cuerpo presente” y después el de “La pedrada” o el de “Era cabrón el viejo” o “La mesera” o el de “Ando en busca de un billete” o “El mono de alambre” o estos últimos ya en su papel del “Viejo Paulino”.

Verán que el primero es muy apegado a la letra y en los posteriores, Luis, Julián y todo el grupo actuaban con mucha libertad, incluso con diálogos y actitudes plagadas de humor, realmente muy graciosos, en ocasiones acompañados por comediantes como Chis Chas o integrantes de otros grupos famosos como don Chayo de los Cardenales de Nuevo León; hasta puede decirse que los diálogos y actuaciones rebasan la letra de las canciones que promocionan, pero logran que la música se quede grabada en los escuchas ¡Una genialidad de Luis y Julián! No se los pierda, pues, aunque ya no están físicamente, siguen presentes en la cultura popular del norte de México. *NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

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