*CARLOS GARDEL.

Por José Antonio Trejo Rodríguez

El 14 de junio de 1935, refieren las crónicas de la época, miles de personas abarrotaron el aeropuerto “El Techo” de Bogotá, Colombia, “La Atenas de América del Sur”, para recibir al gran Carlos Gardel, “el zorzal criollo”. El canal de YouTube “Material Carlos Gardel” presenta un documento imprescindible de “Noticiera Nacional Bogotá” realizado por “Acevedo e Hijos” con la memoria fílmica de aquel momento: la pista flanqueada por cuerdas y resguardada por motociclistas de la policía. Un avión trimotor aterrizó y miles de personas portando elegantes sombreros y trajes, se arrojaron a correr a su lado, en una ventanilla del entonces moderno avión asomaba el rostro de quien parecía ser Carlos Gardel, quien apenas un mes antes había realizado su primer vuelo en avión entre Curazao y Aruba, en el centro de una gira por las Américas que inició con gran éxito en Puerto Rico, continuó en Venezuela en donde le cantó al propio presidente Juan Vicente Gómez, apodado “el bagre”.

Ya en tierra bogotana, el ídolo, impecablemente vestido, con su sombrero cargado ligeramente a su izquierda sonreía y daba muestras de agradecimiento a las atenciones recibidas de sus seguidores. Muy risueños también sus acompañantes. Niños y damas elegantes se le acercaban para darle la bienvenida, él no dejaba de sonreír. Llegaron a Bogotá para actuar en la cadena de cine “Cine Colombia”. Las crónicas indican que, una vez concluida la función, los artistas aparecían para cantar algunas melodías. Todo un éxito, resultaron las presentaciones de Gardel.

El 23 de junio se presentó en la estación radiofónica “La voz de la Víctor”, con el estudio a tope, al igual que la plaza Bolívar en la que los ejecutivos de la radio colocaron bocinas. El repertorio: “Cuesta abajo”, “Insomnio”, “El carretero”, “No te engañes corazón”, “Melodía de arrabal”, agradeció al público, se despidió de todos: “No sé si volveré, porque el hombre propone y Dios Dispone. Pero es tal el encanto de esta tierra que me recibió y me despidió como si fuera su hijo propio, que no puedo decirles adiós, si no, hasta siempre” y enseguida interpretó la que sería la última canción de la última actuación de su vida: “Tomo y obligo”. Al concluir la presentación fueron a celebrar en su hotel, lo que sería, como dicta la letra de “La última copa” la última farra de su vida.

El 24 de junio, el mero día de San Juan, al filo del mediodía, Gardel y sus acompañantes dejaban atrás Bogotá hacia su nuevo destino: Cali, en donde lo esperaban, boleto en mano, cinco mil fervientes seguidores, pero antes, el trimotor debería bajar a Medellín para reabastecerse. De nueva cuenta, cientos de personas se dieron cita en el aeropuerto Enrique Olaya Herrera. Gardel y sus compañeros aprovecharon el tiempo para beber un trago en el aeropuerto.

Gardel y sus acompañantes se acomodaron de nuevo en su avión para volar de Medellín a Cali. A un costado de la pista, otro avión trimotor con la denominación “Manizales” esperaba despegar hacia Bogotá con cinco pasajeros a bordo. Enseguida, el avión en que viajaba Gardel inició las maniobras para su despegue, los seguidores del astro agitaban pañuelos a modo de despedida, dicen que por la ventanilla se miraba sonriente al zorzal criollo. Las notas periodísticas de la época coinciden al señalar que el avión de Gardel, de forma inexplicable, al ir corriendo para despegar, perdió el control y se estrelló contra el “Manizales” ardiendo en llamas ambos aparatos.

La multitud que hasta apenas unos momentos atrás aclamaba al ídolo, vivió la tragedia del accidente. Del cual sobrevivirían cinco de sus acompañantes. Los restos de Gardel fueron hallados cerca de un motor, lo reconocieron sin problema por sus facciones y su perfecta dentadura, además de una joya que portaba con su nombre y domicilio. Los bomberos de Medellín sofocaron el incendio. La autoridad municipal llevó féretros para los difuntos, en el caso de Gardel su compañía fílmica gestionó se le cambiara a otro ataúd. El velorio lo organizaron Fray Germán Posada y Fray Enrique Uribe, celebrándose en una finca propiedad de este último.

 La película de “Acevedo e Hijos” muestra los restos del avión carbonizado, sólo se distinguían la cola y la nariz del aparato, los cuerpos de las víctimas tendidos en la yerba cubierta por blancas sábanas: Guillermo Barbieri, Alfredo Le Pera, José Corpas Moreno, Alfonso Azzaf, Ángel Domingo Riverol, Ernesto Samper Mendoza (piloto), Willis Foster (radio operador), Celedonio Palacios (empresario chileno) y Henry Swartz (promotor de espectáculos). En la mañana del 25 de junio se celebró la misa de cuerpo presente en la basílica de La Candelaria, el féretro fue llevado en andas por artistas locales y escoltado por las fuerzas del orden. Al término de la ceremonia religiosa es llevado, también en andas, hacia el cementerio de San Pedro, acompañado de miles de personas y un cortejo de 300 vehículos, encabezados por carrozas fúnebres que llevaban arreglos florales.

El apoderado de Gardel, Armando Delfino pidió a doña Berta, madre del zorzal criollo que decidiera en dónde quería que su hijo descansara para siempre, recibiendo por respuesta que en Buenos Aires. Los restos de Gardel fueron exhumados el 18 de diciembre, dispuestos en una caja de zinc y otra de madera y en tren viajaron hacia La Pintada, en virtud del accidente que costara la vida a Gardel fue desechada la idea de que los restos viajaran en avión. De La Pintada salieron en un camión a Valparaíso, pero un deslave en la carretera obligó a trasladar el ataúd a lomo de mula hasta Caramanta y de allí en camión a Pereira para tomar un tren a puerto Buenaventura para ir en barco a Colón, ya en Panamá, desde donde partieron a Nueva York a donde llegaron el 7 de enero de 1936 y fueron velados durante más de una semana para, por fin, salir en barco hacia Buenos Aires a donde llegaron el 5 de febrero siendo recibidos por 40 mil personas y velados en Luna Park. El 6 de febrero fueron sepultados en el panteón de los artistas en el cementerio de La Chacarita. Un año después, los restos fueron llevados a un mausoleo dentro del mismo cementerio con una estatua del gran Carlos Gardel.

Los cronistas de la época apuntan a que Gardel tenía en mente irse a vivir, ya retirado, a Niza con su madre, por ser el lugar en el que vivía uno de sus tíos y en donde podían adquirirse buenas propiedades inmobiliarias a excelentes precios. Su creciente fama adquirida por las películas y discos grabados le obligaba a salir de gira por el continente americano, teniendo como meta a La Habana y la filmación de nuevas películas en Hollywood. La muerte le impidió cumplir con esos planes, pero, ustedes queridos lectores desmiéntanme si no es verdad que, a 88 años de su partida, Carlos Gardel cada día canta mejor. *NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

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