*GRANDES NEGOCIOS.

Por José Antonio Trejo Rodríguez.

“Me van a dar mi liquidación en unos cuantos años y es momento de pensar en invertir, para hacer rendir mi dinero” decía “el maquinista” y afanado en darle vueltas al asunto llegaba cada mañana al trabajo con ideas de su próximo negocio, la mayoría de ellas muy divertidas por descabelladas:

“Estoy pensando en mandar a hacer unos carritos para bolero. Tendrán una silla muy cómoda, para que el cliente se sienta como en casita; tendrá su techito para cubrir del sol, sus postes para los zapatos, su buen cajón para guardar la grasa, la crema, los cepillos, las brochas, las tintas, el jabón de calabaza y todo lo necesario para dejar el calzado como nuevo.” No faltaba quien le hiciera ver esos carritos abundaban y el negocio era muy competido. Pero “el maquinista” respondía con la seguridad y la confianza que brinda la posesión de ideas disruptivas por novedosas: “Lo que pasa es que mis carritos van a ser atendidos por muchachas ¡Ya verán que hasta fila van a tener!”

Otro más de sus ingeniosos proyectos: “Venía en el camión al trabajo, por cierto, estaba a reventar de pasajeros y se me ocurrió que sería un buen negocio alquilar unos banquitos para quienes no quieran viajar parados, con una cuota de diez pesos por banco y mínimo unos 50 bancos que se renten cada mañana, en un par de semanas recuperaría mi inversión y el resto del tiempo disfrutaría de los beneficios. Hasta hice mis cálculos y unas gráficas en la hoja de cálculo Lotus 123 (la mamá del Excel) ahorita se las muestro.” De nueva cuenta, no faltaba el abogado del diablo que le preguntara sobre los permisos para llevar a cabo su proyecto. “El maquinista” ni se inmutaba, decía que, platicando con los choferes, todo se podía arreglar, al fin y al cabo, el sol sale para todos y de inmediato se ponía a hacer ajustes a sus cuadros y gráficas.

En cierta ocasión llegó con la noticia de que, aprovechando la temporada de fin de año pondría un puesto de ropa americana; sorprendió a todos sus compañeros al anunciar que ya hasta tenía un espacio en céntrico y muy bien ubicado corredor ultra comercial. En esa empresa se haría acompañar por uno de sus primos. Así que, decididos prepararon un viaje de fin de semana a Laredo, Texas, para comprar su mercancía. Otra vez un aguafiestas le cuestionó que ni él, ni su primo tenían pasaporte y mucho menos visa para cruzar la frontera. “El maquinista” no se arredró, con mucha seguridad respondió que iban dispuestos a charlar con el mero mero de migración para que les diera permiso de cruzar el rio Bravo y lograr su cometido. No faltaron las risitas burlonas.

Llegando el fin de semana, “el maquinista” y su pariente se treparon a un autobús y hacia Nuevo Laredo partieron. Para el siguiente lunes muy de mañana ya estaban de vuelta cargando unas maletas repletas con ropa americana que se habían mercado en esa ciudad; como era de esperarse no pudieron cruzar a Texas y no tuvieron más remedio que adquirir su mercancía en el lado mexicano. No les fue tan mal, la exhibieron en su puesto y al cabo de unos días la habían vendido toda.

Para su fortuna cambiaron de giro. Al ver que abundaban las personas que iban a comprar y que la actividad abría el apetito se movieron a la preparación de carnitas, pues el primo le sabía bien al asunto y así, vendiendo taco tras taco, le siguieron durante toda la temporada, hasta que pasado el día de reyes la alcaldía dijo se acabaron los permisos para puestos extras y colorín colorado. Pero el emprendedor “maquinista” había dado en el blanco del nuevo negocio que anhelaba una vez que se jubilase, cambiando su saco y la corbata por un mandil manchado de grasa y salsa, siguiendo la máxima de que: “En el negocio todo es cochino y en el cochino todo es negocio”. *NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

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