*La oposición y la ciudadanía frente al colapso moral del partido oficial.

Por Esteban Ángeles 

El artículo “Armagedón”, escrito por Alfredo A. Calderón Cámara, es mucho más que una pieza de denuncia. Es un grito de advertencia, un parteaguas narrativo que coloca al excandidato presidencial y exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, en el centro de un entramado de omisiones, silencios cómplices y presuntas relaciones con redes criminales, a partir de la fuga de Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco y hoy buscado por Interpol. 

La narrativa bíblica que Calderón Cámara emplea —con referencias a los siete sellos, la trompeta y la copa del Apocalipsis— no es un recurso retórico gratuito. Es una forma de retratar el sentimiento extendido de que estamos ante el colapso moral de un grupo político que se autoproclamó encarnación de la honestidad y de la regeneración ética de la vida pública. 

El señalamiento no es menor: un exfuncionario estatal de seguridad pública —con acceso a inteligencia, armamento y recursos— es hoy presunto cabecilla de una red criminal. La cadena de mando lo vincula directamente a Adán Augusto. Y aunque no exista aún una imputación penal directa en su contra, la responsabilidad política y ética es ineludible. 

¿Puede una figura tan central en el obradorismo lavarse las manos ante los actos de quien fuera su brazo operativo? ¿Puede la presidenta del CEN de Morena, Luisa María Alcalde, eludir la exigencia de esclarecer si desde el poder federal se protegió esta red? ¿Puede Claudia Sheinbaum ignorar que la herencia política que busca capitalizar tiene un cadáver ético en el armario? ¿Encubrimiento, complicidad o simple podredumbre? El silencio es revelador. 

Es una forma de confesión. Si no se rompe, el encubrimiento terminará por contaminarlo todo, incluida la legitimidad del próximo gobierno. Frente a esta circunstancia, la oposición no puede conducirse con miopía ni celebrar la caída del adversario, porque eso no basta para obtener legitimidad ni para ganar autoridad moral. Por el contrario, tiene que aprovechar la oportunidad para erigirse como contrapeso institucional y ético. 

No se trata de lucrar con el escándalo, sino de responder con altura. No basta con señalar, que hay que actuar. Es imperativo litigar el caso jurídica y políticamente. Los partidos deben presentar denuncias ante instancias nacionales e internacionales. Si hay una red de complicidades entre funcionarios, políticos y criminales, debe documentarse y ventilarse. Senadores y diputados de oposición están obligados a exigir comparecencias, solicitar informes, formar comités de seguimiento e impulsar una Comisión Investigadora desde el Congreso. 

La oposición debe construir un relato público bien documentado sobre la violencia en Tabasco y confrontar la narrativa oficial con evidencia contrastable, destacando las omisiones del entonces gobernador y su inercia posterior en el gobierno federal. Mientras Morena protege a sus caídos, la oposición puede liderar la agenda de reconstrucción institucional y ciudadana. Tiene la oportunidad de convocar a la sociedad, de hacer de la seguridad y la lucha contra la corrupción causas comunes. 

El caso Adán-Bermúdez afecta directamente la confianza ciudadana, la calidad democrática y la esperanza de justicia. No es sólo un asunto entre élites. La ciudadanía debe sacudirse el escepticismo y asumir un rol activo. Debe reclamarse transparencia y justicia. Organizaciones civiles, universidades, periodistas y activistas deben exigir explicaciones claras. 

Hay que impulsar la memoria y justicia. Documentar los hechos, apoyar el periodismo de investigación y convertir estos casos en procesos de memoria activa. No debe permitirse la normalización del silencio político porque lo más grave sería que la sociedad lo acepte como “parte del juego”. Y el silencio de Adán Augusto es el síntoma más brutal del cinismo político. Lo inédito de este momento es que se exhibe, sin ambigüedad, el fracaso moral del proyecto de la “transformación”. Aquellos que durante años se proclamaron éticos, distintos, casi sagrados, han quedado expuestos en su verdadera naturaleza. 

El discurso moral de la 4T ha colapsado. Ya no sólo están moralmente derrotados. Están moralmente desahuciados. La oportunidad radica en el colapso. Ahí reside el potencial transformador: si la oposición asume una postura firme, sin simulaciones, y si la ciudadanía se moviliza desde la dignidad y no desde la polarización, entonces esta herida puede convertirse en cicatriz de aprendizaje. 

La gran lección de este episodio es clara: la impunidad política no es eterna. El blindaje del poder por fuerte que parezca, se resquebraja cuando la podredumbre se vuelve inocultable. Y cuando eso ocurre, las fuerzas democráticas deben actuar con rapidez, con decisión y con propósito. El caso Adán-Bermúdez no es sólo una historia de corrupción. Es una oportunidad histórica para que la oposición demuestre que puede ser alternativa, y para que la ciudadanía asuma su papel de vigía activo del poder. La tormenta está aquí. Lo que hagamos en medio de ella definirá si el país despierta o se resigna. *NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

Medio de comunicación impreso que nació en 1988 y con el correr de los años se convirtió en un referente en la región de Tula del estado de Hidalgo. Se publica en formato PDF los miércoles y a diario la página web se alimenta con información de política, policíaca, deportes, sociales y toda aquella información de interés para la población.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *