*UN DOMINGO CON MI TÍO ELPIDIO.
Por José Antonio Trejo Rodríguez.
“¿Quieres una granada, compañero?” Me dijo mi tío Elpidio al verme llegar a su casa en Nantzha acompañando a mi papá. En ese entonces tendría unos 4 o 5 años y gustoso acepté, caminé junto a mi tío a un costado de un local que funcionaba como tienda, frente a la ventana crecía frondoso un árbol de granada que, incluso su sombra servía para que mi tío se sentara a leer su periódico.
Frente a su casa, cruzando la terracería que unía a Tula con San Andrés, corría una fresca zanja llena de agua limpia. Mientras los tíos, primos mayores y demás parientes disfrutaban de una cerveza enfriada en hielo, los chiquillos que visitábamos al tío y a la tía Mari gozábamos brincando de un lado a otro hasta que nos sorprendía y advertía de no ensuciarla, pues decía que “Esa es el agua que toman en Tula”. Y en efecto, el arroyo iba a dar hasta un depósito ubicado en las instalaciones del entonces seminario mayor y de allí se distribuía a través de una zanja que iba por la calle General Anaya.
Cierto domingo pasó un señor cargando una canasta ofreciendo quesos rancheros, la tía Mari le compró algunos para venderlos en su tienda y yo me acerqué a mi papá para pedirle me comprara uno; él me alargó un billete de cinco pesos y al preguntar cuántos compraba me respondió que todo; feliz fui con el quesero que, más feliz aún por su buena venta, me despacho diez quesos rancheros, ya que costaban a tostón la pieza. Me senté cómodamente en una silla de mimbre y me devoré a mano limpia los 10 quesos. Más tarde, a la hora de la comida, mi papá me preguntó por los quesos y respondí que me los había comido; atónito me cuestionó cuántos había comprado y al escuchar mi respuesta de buena gana se carcajeó e hizo votos para que no me empachara, cosa que no sucedió.
Durante una buena parte de la década de los años 70 en Jalpa escaseaba el agua corriente y a menos que se tuviera pozo, se sufría en serio. Una solución ideada por mis hermanos era ir a la casa del tío Elpidio a llenar un par de tambos con agua de la llave, los tapábamos con un plástico y trasladábamos en una camioneta a la casa. A mi cuñado Santiago le gustaba mucho el sabor de esa agua y gozaba cada que hacíamos un viaje, pero aún en camioneta no dejaba de ser cansado; así que mis hermanos instalaron una bomba en el pozo de la casa y dejamos de sufrir por agua y hasta alcanzó para convidar unas cuantas cubetas a los vecinos.
En una ocasión, estando mi papá trabajando en Uruapan, Michoacán, envió un telegrama informando que por exprés llegaría una caja de aguacates para disfrutarlos y compartir con la familia. El huacal de aguacates llegó a Tula y de inmediato mis hermanas comenzaron a repartirlo. Al llegar con mi tío Elpidio conocimos la historia entre él y el delicioso manjar. Decía que a él nunca le había gustado el aguacate hasta que por azares del destino llegó a trabajar en una zona en la que no había nada para comer, solo aguacates y no había de otra o comías aguacates o no comías y desde esa experiencia amaba el sabor del aguacate en una tortilla o en un arroz o en un pico de gallo o en un guacamole.
“¿Cómo va esa escuela, compañero?” preguntaba mi tío Elpidio cada que lo pasaba a saludar y remataba sonriendo, recordando una anécdota de mi niñez: “Decías que ibas a ser maquinero y Carlos iba a ser fogonero.” Al escuchar que estaba en la secundaria enfatizaba en la importancia del estudio y traía a colación la historia de uno de sus amigos taxistas de quien se comentaba que estudiaba medicina y que a un año de graduarse había abandonado su carrera por irse a trabajar en un taxi. Mi tío no daba crédito e instaba a sobrinos y nietos a no abandonar sus sueños. Para esos tiempos había perdido parcialmente la vista y al despedirnos, con una gran sonrisa decía que le gustaba mucho escuchar que sus nietos, sus sobrinos y sus vecinos le platicáramos de nuestros avances escolares, que eso lo hacía muy feliz. Para mí eran palabras de aliento, pues si mi tío Elpidio con toda su autoridad así lo decía, significaba que estábamos haciendo lo correcto. *NI*