*El gasto público.
Por Magda Olguín
En la actualidad, México enfrenta una serie de desafíos relacionados con la administración y el uso eficiente del gasto público. La infraestructura de obra pública, el transporte y las carreteras presentan deficiencias evidentes que afectan no solo la calidad de vida de los ciudadanos, sino también la imagen del país frente al mundo. Un manejo responsable y estratégico de los recursos públicos no es un lujo ni una opción secundaria: es un requisito indispensable para garantizar un desarrollo sostenido, un entorno seguro y una economía competitiva.
El gasto público es la herramienta más poderosa con la que cuenta el gobierno para impulsar el bienestar social y el crecimiento económico. Sin embargo, cuando su uso se ve afectado por mala planeación, corrupción o prioridades mal definidas, las consecuencias se reflejan en obras inconclusas, infraestructura deteriorada y servicios deficientes. Hoy en día, múltiples tramos carreteros se encuentran llenos de baches o con señalización deficiente; el transporte público en varias ciudades es obsoleto y carece de mantenimiento adecuado; y las obras de gran impacto, como aeropuertos o centrales de transporte, muestran fallas estructurales o problemas de operación a pocos años de haberse inaugurado.
Estos problemas no son solo internos. En un contexto global, México se prepara para recibir uno de los eventos deportivos más importantes del planeta: el Mundial de Fútbol de 2026. Este acontecimiento atraerá a miles de visitantes de todos los rincones del mundo, quienes llegarán con expectativas de eficiencia, modernidad y hospitalidad. Sin embargo, si la actual situación persiste, se encontrarán con un aeropuerto internacional con problemas de funcionalidad, una capital colapsada cada temporada de lluvias por falta de mantenimiento en el drenaje y vialidades saturadas que dificultan la movilidad. La primera impresión que estos visitantes se lleven será crucial para la reputación de México como destino turístico y sede de eventos internacionales.
La administración eficiente del gasto público no se limita a construir obras nuevas; implica también dar mantenimiento oportuno y de calidad a lo ya existente. Una carretera en buen estado no solo reduce los accidentes y mejora el transporte de mercancías, sino que también proyecta una imagen de país organizado y confiable. Un sistema de transporte público moderno y seguro no solo facilita la vida de los ciudadanos, sino que incentiva el turismo y la inversión extranjera.
En este sentido, el gobierno tiene la responsabilidad de asignar el gasto con criterios técnicos, visión de largo plazo y transparencia. No basta con anunciar megaproyectos; es indispensable que cada peso invertido tenga un impacto medible y duradero. La corrupción, el desvío de fondos y la improvisación en la planeación son prácticas que no solo afectan la economía nacional, sino que socavan la confianza de la población en sus instituciones.
México tiene una oportunidad única: aprovechar la atención mundial que traerá el Mundial para mostrar una imagen de modernidad, eficiencia y hospitalidad. Pero esto solo será posible si, desde ahora, se prioriza una gestión adecuada del gasto público que repare las deficiencias actuales, fortalezca la infraestructura y garantice que cada obra cumpla con los estándares internacionales de calidad. No se trata solo de recibir visitantes, sino de darles motivos para volver y convertirse en embajadores del país.
Administrar bien el gasto público es una condición esencial para el desarrollo económico y social, así como para la proyección de México en el escenario internacional. Las deficiencias actuales en obra pública, transporte y carreteras no son inevitables: son el resultado de decisiones y prioridades equivocadas. Con voluntad política, transparencia y planeación estratégica, es posible transformar estos desafíos en una oportunidad para demostrar que México está listo no solo para organizar un Mundial, sino para ser un país que invierte en su futuro y en el bienestar de su gente.
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