*El papa Francisco: un pontificado de apertura, justicia y humanidad.
Por Magda Olguín
En un momento de profunda conmoción para la Iglesia católica y millones de fieles en todo el mundo, el papa Francisco ha fallecido a la edad de 88 años. El pontífice, cuyo nombre real era Jorge Mario Bergoglio, murió en el Vaticano tras varias semanas de complicaciones de salud, según informó oficialmente la Santa Sede en un comunicado emitido el lunes pasado.
Francisco fue el papa número 266 en la historia de la Iglesia católica y el primero proveniente de América Latina. Su elección en marzo de 2013 marcó un hito histórico: fue el primer papa jesuita, el primero no europeo en más de 1.200 años y el primero en tomar el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, símbolo de la humildad, la pobreza y el amor por la creación.
Nacido en Buenos Aires, Argentina, en 1936, Francisco provino de una familia de inmigrantes italianos. Estudió química antes de ingresar a la Compañía de Jesús, donde fue ordenado sacerdote en 1969. A lo largo de su vida religiosa, se destacó por su humildad y trabajo en barrios pobres, hasta ser nombrado arzobispo de Buenos Aires en 1998. En 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, fue elegido papa, convirtiéndose en el primer pontífice del hemisferio sur.
Durante más de una década de liderazgo, Francisco impulsó una visión de Iglesia centrada en la misericordia, el diálogo y la justicia social. Se caracterizó por su estilo cercano, rechazando los lujos tradicionales del Vaticano y optando por una vida más austera. Su papado fue clave en el acercamiento de la Iglesia a los marginados, incluyendo inmigrantes, pobres, víctimas de abusos y la comunidad LGTBIQ+, a quienes pidió acoger “sin juicios ni exclusiones”.
También tuvo una activa participación en la diplomacia internacional, siendo mediador en el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y levantando su voz ante conflictos como los de Siria, Ucrania y Gaza. En temas globales, fue un fuerte defensor del medioambiente, dejando como legado su encíclica Laudato además se considerada una referencia ética en la lucha contra el cambio climático.
El papa Francisco enfrentó con decisión la crisis de abusos sexuales dentro de la Iglesia, promoviendo reformas legales para castigar a los responsables y proteger a las víctimas. Aunque recibió críticas por no ir más lejos en algunos casos, su voluntad de romper el silencio institucional fue vista como un paso clave hacia la transparencia.
A pesar de las tensiones con sectores conservadores, Francisco defendió la idea de una Iglesia en salida, más pastoral que doctrinal, más abierta que punitiva. Su mensaje constante fue de compasión y encuentro, incluso en temas controvertidos como el celibato, la ordenación de mujeres o la inclusión de la diversidad sexual.
Uno de los temas que más lo ha diferenciado de sus predecesores ha sido su postura frente a la comunidad LGTBIQ+. Aunque mantiene la doctrina católica tradicional, Francisco ha promovido una actitud de acogida, señalando en varias ocasiones que “¿quién soy yo para juzgar?” en referencia a las personas homosexuales que buscan a Dios. Además, ha respaldado leyes de unión civil para parejas del mismo sexo y ha insistido en que todos tienen un lugar en la Iglesia, abogando por una pastoral más compasiva y menos condenatoria.
Con su partida, el mundo pierde a un líder espiritual que trascendió fronteras religiosas y políticas. Desde Buenos Aires hasta Roma, desde los barrios pobres hasta las Naciones Unidas, el papa Francisco deja una huella imborrable. Su funeral, previsto en la Basílica de San Pedro, se espera sea un evento multitudinario, con la presencia de líderes de todo el mundo y millones de fieles conectados a través de medios globales.
El papa Francisco mostró una visión del cristianismo basada en el amor, la justicia y la misericordia. En un mundo polarizado y desafiante, su voz fue un faro de esperanza para creyentes y no creyentes. Con un liderazgo marcado por la empatía, el compromiso social y la voluntad de reformar una institución milenaria, Francisco demostró que la fe también puede ser una herramienta poderosa para el cambio, la reconciliación y la defensa de la dignidad humana.
Ahora, la Iglesia católica se prepara para el cónclave que elegirá a su sucesor. Pero más allá de quién lo suceda, la memoria del papa Francisco vivirá en las palabras que repitió a lo largo de su pontificado: “La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.”
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