*Libertad de expresión, visas y escándalos digitales.

Por Claudia Patricia Rodríguez Dorantes

La semana pasada, las redes sociales estallaron con una polémica que enfrentó dos posturas opuestas, dos tonos y dos visiones del poder: una consejera estatal de Morena en Jalisco, Melissa Cornejo, publicó en su cuenta de X un mensaje que decía: “Van a quitar visas a quienes compart…’ ¡Viva la raza y métanse mi visa por el culo!”. El texto estaba acompañado por la imagen de una persona ondeando la bandera de México frente a un vehículo calcinado, con la frase “Fuck ICE” pintada sobre la carrocería.

La publicación fue respondida por Christopher Landau, exembajador de Estados Unidos en México, quien escribió: “Yo ahí no puedo meter tu visa, pero sí te puedo informar que personalmente di orden de cancelarla después de ver este vulgar posteo. Y que no te ha de sorprender lo que me contestaron: que ni siquiera tienes visa válida para cancelar. Qué fácil hablar de tu desprecio hacia ‘mi visa’ en redes sociales cuando no la tienes. Los que glorifican la violencia y el desafío a las legítimas autoridades y al orden público (‘Fuck ICE’) de ninguna manera son bienvenidos en nuestro país.”

El intercambio polarizó opiniones. Para algunos, Melissa ejerció su libertad de expresión y fue víctima de un abuso de poder. Para otros, Landau puso un límite necesario a un mensaje ofensivo, cargado de violencia simbólica y retórica desproporcionada.

Llevo días decantándome entre ambas posturas. Porque si bien la libertad de expresión es un derecho humano en sí mismo, también es un derecho habilitador que protege y potencia otros, como la vida, la libertad o la justicia. Su valor no radica solo en lo que permite decir, sino en lo que posibilita denunciar, visibilizar y defender. El problema de intentar limitarla, incluso con razones que suenan legítimas, es que raras veces sabemos en qué momento exacto comenzamos a perderla. La censura no siempre llega en forma de prohibición directa, a veces se filtra a través de la condena pública, la sanción social o la vergüenza digital.

Dicho esto, vale la pena subrayar que el permiso de entrada a otro país —la visa— no es un derecho, sino una concesión. Estados Unidos la otorga, y subrayo “otorga” porque esa

palabra implica potestad, capacidad de dar… o no dar. No hay derecho adquirido ni garantía previa. Así que sí, Landau tenía facultades para solicitar la cancelación de la visa, aunque en este caso —y aquí está el punto irónico- la persona en cuestión ni siquiera contaba con una vigente.

Más allá del acto administrativo, lo que llama la atención es la forma pública en que se hizo.

El exembajador no solo respondió: exhibió. Hizo de su mensaje un escarmiento. Y aunque legalmente estaba en lo correcto, su decisión tuvo efectos que trascendieron el sistema migratorio. Exponer a una ciudadana mexicana de esa manera terminó por ponerla en una

situación de vulnerabilidad, no solo frente a la institucionalidad estadounidense, sino frente a su propio entorno político y social. Fue blanco de burlas, memes, y del aislamiento por parte de su partido.

Vivimos una época donde la política se mide más por el estruendo que por la coherencia. El ruido se impone sobre los argumentos. En ese sentido, ambos mensajes fueron scandalosos, cada uno a su modo. El de Melissa, desafiante, sin base, más performátic que real. El de Landau, eficaz, afilado, pero también condescendiente

bos eligieron Twitter. Ambos jugaron con las reglas del espectáculo digital, donde abras va no solo informan o denuncian, sino que también hieren, exhiben, etiquetan, cancelan.

Y sin embargo, vale la pena preguntarnos: ¿qué habríamos sentido si un ciudadano boliviano publicara una foto ondeando su bandera frente a un vehículo quemado, diciendo

‘Viva la raza, y métanse su visa mexicana por el culo”? ¿De verdad no nos hubiera dolido su ¡sarcasmo, su burla y su desprecio?

La presidenta de México ha sido sumamente cuidadosa en su relación con Estados Unidos.

Incluso en momentos de tensión, ha evitado las estridencias y ha optado por el camino de la mesura. Su actitud ha marcado una pauta que, más allá de lo discursivo, ha funcionado omo ejemplo. Por eso sorprende que una militante de su mismo partido actúe en sentido ontrario, justo en un tema tan sensible

¿Landau le dio una sopa de su propio chocolate a Melissa? Yo creo que sí. ¿Ustedes qué piensan?

Escríbanme a claurodriguezdor@gmail.com*NI*

Por Nueva Imagen de Hidalgo

Medio de comunicación impreso que nació en 1988 y con el correr de los años se convirtió en un referente en la región de Tula del estado de Hidalgo. Se publica en formato PDF los miércoles y a diario la página web se alimenta con información de política, policíaca, deportes, sociales y toda aquella información de interés para la población.

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