*Bienvenidos a Marte… si pueden pagar.
Por Iván Hernández Mendoza
Los últimos días fueron el pretexto perfecto para mirar al cielo y recordar que, fuera de nuestras complicadas y retorcidas realidades, existe todo un universo lleno de estrellas, meteoritos… meteoritos que no son meteoritos. Personas realizan viajes espaciales —o bueno, lo que en un par de décadas la gente conocerá como los primeros intentos de viajes espaciales civiles—. En fin, toda una serie de eventos hizo que miráramos las estrellas pensando en todas las posibilidades que podrían existir en un futuro no tan lejano.
Maravillados, vemos a aquellas personas que pueden imaginar un futuro en el que colonicemos otros planetas y nos expandamos hacia esos lugares sin fronteras. ¿No suena maravilloso? Pues lo sería si ese futuro no tuviera tantos asteriscos que advierten sobre cosas no tan inspiradoras. Para nadie es sorpresa que estas misiones al espacio y sus grandes planes estén lideradas por los dos faraones tecnológicos que actualmente dominan el mercado y, por consecuencia, el mundo: Elon Musk y Jeff Bezos.
Desde una perspectiva optimista, podríamos ver los esfuerzos de SpaceX y Blue Origin como pilares de la innovación, piedras fundamentales del próximo paso lógico para la humanidad: conquistar el espacio. Pero desde otra perspectiva, más analítica, empiezan a surgir muchos factores que se esconden a plena vista. Como su desesperado intento por hacer realidad su más grande sueño húmedo: construir una utopía por y para los de su clase. Un lugar fuera de la jurisdicción de conceptos que les hacen tanto daño como “estado”, “democracia” y, lo más importante, alejado del 99% de la población de la que tanto se han aprovechado en este planeta.
Habría que ser ingenuo para creer que los ultrarricos están deseosos por compartir todo un nuevo planeta lleno de posibilidades, que nos dejarían hacer borrón y cuenta nueva junto a ellos. Más aún, cuando aquí en la Tierra hacen hasta lo imposible por diferenciarse de nosotros. Cada vez cierran más su círculo e intentan crear burbujas donde solo puedan vivir y existir aquellos que son iguales, al más puro estilo de un capítulo de Black Mirror. ¿Por qué de repente pensaríamos que el acceso a un futuro brillante y lleno de esperanza sería para todos? Más si somos testigos de las dinámicas sociales del presente.
Tan solo hay que ver a las personas que son elegidas para tripular los viajes espaciales. Hay que preguntarse quién y por qué está tan desesperado por subirse a un cohete que lo saque de este planeta. Un planeta que ellos mismos han herido, explotado y despojado de todo. ¿Por qué pensaríamos que alguien que cree que la democracia es obsoleta sería justo al decidir quién va al espacio? ¿Por qué imaginar que alguien que controla los medios globales, que moldea discursos y dicta qué pensar y opinar, permitiría que exista un consenso sobre quién puede colonizar nuevos mundos?
Si seguimos manteniendo esta realidad tal y como la vivimos, ningún milagro tecnológico que nos saque del planeta hará que las cosas cambien. No habrá planeta alguno que contenga la solución a nuestros problemas terrestres. Aún estamos a tiempo de reformar lo que debe ser reformado, de construir nuevas formas de vivir y derribar un sistema en el que el 1% cree que puede hacer lo que se le antoje.
¿Han escuchado hablar de la metáfora de la máquina aplasta-huérfanos? Es una imagen que cuestiona las soluciones temporales ante problemas sociales profundos. Plantea que, en lugar de cuestionar la existencia misma de una máquina que aplasta huérfanos, la sociedad aplaudiría al que organiza una colecta para rescatar a los niños antes de que sean aplastados. Ejemplos así hay muchísimos. Y el más absurdo de todos es pensar que la solución máxima a nuestros problemas como sociedad será llevar al espacio a esas mismas personas responsables de mantener dichos problemas aquí en la Tierra. *NI*